Los nuestros

Saturday, July 05, 2008

Pedro Ortiz Bisso Prom 85: La violencia gana por goleada

Extraído de EL COMERCIO 29 de junio de 2008



LA SEMANA QUE PASÓ
La violencia gana por goleada

Por Pedro Ortiz Bisso


Más que una medida de precaución, la suspensión del clásico del fútbol peruano representa la admisión pública de que el Estado es incapaz de enfrentar con eficacia la violencia callejera y --aunque suene ocioso decirlo-- el fracaso de las políticas de seguridad ciudadana puestas en marcha hasta el momento.


Podrá decirse que tras el asesinato de un barrista crema hubiese sido suicida programar dicho encuentro en fecha tan próxima, que fue la decisión más saludable, que existía un riesgo alto de que se produjera nuevamente una tragedia, etcétera. Pero como ha señalado el sociólogo Aldo Panfichi, suspender el partido significa también convertirnos en prisioneros de la violencia por no saber manejarla.


El primer requisito para enfrentar un problema es ser consciente de las virtudes y limitaciones propias. ¿Lo es acaso el Ministerio del Interior, que repite incansablemente en un comercial televisivo que el Perú "es ahora más seguro"? ¿Puede afirmar ello a casi dos semanas de que un general y un grupo de policías fueran retenidos por la población en Moquegua? Haber subordinado los intereses institucionales a los políticos constituye un error mayúsculo que los peruanos estamos pagando con creces.


El problema de las barras bravas no es estrictamente policial. Requiere una acción represiva, pero también otra de tipo preventiva, que permita a los jóvenes involucrarse en alternativas distantes de la violencia. En esta labor deben estar comprometidas las municipalidades, las organizaciones sociales y, entre ellas, por supuesto, los clubes, que en más de una oportunidad han sido instigadores directos de estos actos lamentables. Basta recordar el incendio que sufriera el bus que trasladaba a jugadores de Sporting Cristal hace unos años o el manejo evidente que tenía sobre un sector de la barra de Universitario cierto ex dirigente cuyo nombre no vale la pena mencionar.


Tampoco debe eludir su responsabilidad cierta prensa deportiva acostumbrada a efectuar llamados a tomar actitudes de guerra antes de un partido, como si la vida fuera un juego y los periodistas no fuésemos responsables por lo que escribimos o decimos.
¿Cuántas muertes más tendremos que sufrir para darnos cuenta de que el partido contra la violencia lo estamos perdiendo?

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